Viento de Poniente

Miserables, los

Los Miserables - Victor Hugo Magistral. No podía empezar con otra palabra mi reseña acerca de este libro que tantos juzgan (y, ahora, juzgamos) como "obra maestra" con tanta razón a su favor. Desde hace mucho el siglo XIX me llama bastante la atención, al ser una cultura que mezcla tantas cosas dispares que me gustan o que captan mi interés. La Historia me gusta mucho y Los miserables es una lección de historia impresionante y obligada para todos los que valoran lo hermoso, lo increíblemente profundo, la antítesis más sugerente y el aprendizaje con algo con tanta calidad. Es cierto que se trata de un libro muy aconsejable para estos tiempos que nos ha tocado vivir, porque se pueden sacar muchas conclusiones de una historia que, pese a tener cerca de dos siglos de historia, se mantendrá siempre intacta en la gloria de la eternidad. Esas palabras, como tantísimas otras, y todas buenas, describen esta obra: gloriosa, eterna. Es una genialidad de sabiduría, un conjunto de peripecias que se han vuelto un clásico porque muchísimos han intentado imitarlo, cuando eso es absolutamente imposible.

Su estilo es sublime, elegante hasta la extenuación, brillante y acertado. Sus diálogos son, en cierto modo, sencillos de entender. La narración es prolongada, descriptiva y con una mezcla de objetividad y subjetividad notable muy exquisita. Eso sí, requiere paciencia en su lectura, no sólo por ser una obra considerablemente extensa, sino porque cada frase prácticamente merece una atención desmesurada porque devuelve mucho por poco. De hecho, ha sido la lectura que más tiempo me ha llevado de este año, pero poco me preocupa, porque mucho más primordial es saborear cada página, cada coma, cada renglón, y que todo ello marque un antes y un después en la vida. Este libro lo consigue con creces, ya buscaba algo realmente así.

Por supuesto, aparecen muchos fragmentos y escenas más intensos y con más carga profunda que otros algo más superficiales. Sin embargo, la mezcla está excelentemente lograda y no resulta incongruente ni sobrante. Su profundidad me ha calado hondo, porque pese a mi juventud busco mucho la madurez y el auténtico realismo de la vida, aunque muchas veces también recurra a las historias de fantasía. Tiene toques muy de la época pero muy bien conjugados con algunos guiños que yo entiendo actuales o, más bien, atemporales. Esa es otra de las grandezas indiscutibles que rodean el aura de este libro: es un ejemplo de sabiduría humanitaria para cualquier momento de la historia, tanto los convulsos como las épocas de paz.

La libertad ideológica siempre ha de estar ahí, gran derecho nuestro es. Por otro lado, no es menos cierto que, en mi humilde opinión, Los miserables debería ser un modelo indiscutible de amor al prójimo, a la justicia, a nuestras raíces y a los derechos que ningún tipo de partido político puede arrebatarnos. La rebeldía y la revolución cuentan que son el motor de la historia y, por suerte o desgracia, cada vez lo veo más realista. Muchos excesos se cometen por ambas partes pero, a fin de cuentas, si se reflexiona desde la conciencia, la puramente humana, no se puede negar que siempre resultará más justa la parte que lucha no por los intereses particulares, sino por los útiles intereses de todos los hombres.

Francia sigue como una de las naciones cúspide del mundo y, a pesar de que mucho han cambiado los tiempos y seguramente esta Francia no sea exactamente lo que [a:Victor Hugo|13661|Victor Hugo|https://d202m5krfqbpi5.cloudfront.net/authors/1288998664p2/13661.jpg] esperaba que se convertiría, no deja de ser una llamada al cambio legítimo y una memoria histórica de que la modernidad más clara de todas las de la Historia hasta el momento llegó esencialmente de su mano. Muchos de ese pasado lucharon para hacernos llegar este presente que, aunque sea algo turbio, ha mejorado algo con respecto a aquellos días del siglo XIX. Muchos estamos llamados a defender este legado para que lo hereden los del mañana. Es una de las convicciones con las que se llega a través de las páginas de esta obra.

Aunque no acostumbro mucho a ello, en esta ocasión, extrayendo conclusiones finales (aunque ya desde el principio lo tenía bastante claro, a decir verdad), he llegado a unos personajes favoritos que entran a engrosar la lista de mis preferidos de todas las historias leídas hasta la fecha. En primer puesto, indiscutiblemente, un personaje que me ha enamorado desde sus inquietudes del inicio hasta su expiación, coloco a Jean Valjean. Creo que pocos, o ningún preso de la literatura son tan universales como él y, además, tan misteriosamente atractivos en cuanto a la complejidad de su alma. Festín de reflexiones, la contradicción del deber y el querer por excelencia. En segundo puesto se sitúa el barón Marius Pontmercy, pues su personalidad evolucionada, asaltada por el amor y por los ecos de la revolución, tan discreta pero buenamente llevados en su interior, es fabulosa. Quizás si hubiese vivido en aquel tiempo, me hubiera gustado parecerme en algunas cosas a él. Cosette, por otra parte, es crucial en la historia, pero quizás no encuentre en ella un ejemplo tan a la vista como en otros casos, es decir, por sí misma no veo tanto peso de la trama como en los demás, pese a ser una de los principales. Además, reconozco que quizás en el final no la hallé como la esperaba. No me ha decepcionado, en absoluto; simplemente, no me ha cautivado de la forma en que los otros lo han hecho.

Nadie ha de perder la oportunidad de dedicar un poco de su vida, el tiempo que sea, a una lectura tan maravillosa como Los miserables, porque pocas retratan como esta obra tantos intereses humanos y tantas posturas distintas como éste lo hace. Quizás de esa forma el lector, desgranando lo oculto de sus páginas, logre alcanzar a comprender el significado del título que la ha catapultado a los primeros puestos de la literatura universal.

Yo, ahora, lo sé...

El mapa del tiempo / The weather map (Spanish Edition) (2013)

El mapa del tiempo - Félix J. Palma Aquellos que estuviesen en busca de una obra de arte española y actual han encontrado una alternativa bastante prometedora. La historia es muy original, como también lo son los enfoques que [a:Félix J. Palma|3194936|Félix J. Palma|http://d.gr-assets.com/authors/1301738032p2/3194936.jpg] pincela a lo largo de la misma. Se entrelazan personajes y acontecimientos con maestría.

La narrativa que fluye en sus páginas es, no obstante, el punto fuerte de este libro, inmejorable comienzo de la Trilogía Victoriana. Y no es que la historia o los personajes no merezcan la pena. Para aquellos que amen la literatura y les encante descubrir autores y obras saltando entre líneas, encontrarán en esta obra una recomendación muy a tener en cuenta.

Exquisitez hasta un punto álgido; belleza, gusto y acierto en cada renglón. Particularmente, el estilo y la prosa del autor motivarán a todo el que disfruta de lo bueno, lo hermoso, aquello que transmite mucho y de muy buena forma sin perder ni un ápice de elegancia, como es el caso de esta obra. Por supuesto, quien se haya atrevido a probar con un libro de este autor no debe ni pensarse continuar este camino porque, sin duda, muchas sorpresas esperan a ser admiradas.

Quizás sean muchos adjetivos buenos para un libro, pero hay que reconocer que, en días como hoy, existen demasiados libros en los que se cuida mucho más vender que contar. Se echa un poco en falta que germine lo estético literariamente, que parece estar reservado solamente a los autores consagrados y no a los artistas nacientes. Por supuesto, este autor irá adquiriendo aún más madurez con el transcurso del tiempo.

Transmitir no tiene por qué estar reñido con lo estético. Siempre que se aúnen ambas bazas el resultado tendrá muchas garantías, como demuestra esta y muchas otras obras.

El arte de conducir bajo la lluvia /The Art of Racing in the Rain (Spanish Edition)

El arte de conducir bajo la lluvia /The Art of Racing in the Rain (Spanish Edition) - Garth Stein Sometimes a bit of simplicity is enough to find marvellous a work. That's what, from my point of view, happends with The art of racing in the rain, a novel that I enjoyed so much as it is plenty of lessons that we should apply in our everyday.

It's a very quick reading, mixing humour with tragedy in a pretty sweet way that has delighted me.

Besides, this book sets an extremely original touch which is surprising: how a dog can be really the main character of a story, how it becomes live and how it feels like a human. What's more, we discover a person which is in a dog's body, who found love, a family and a friend that it couldn't desert.

Formula 1 races appear like the perfect excuse to live vividly a story that the characters share to us to make it ours too. Rain is a wonderful decoration which will get the reader soaked of humanity and a very special love for Enzo and those things indispensable for our lives.

Divergente (Spanish Edition)

Divergente (Divergente, #1) - Veronica Roth, Pilar Ramírez Tello Divergente es una muy buena opción para aquellos lectores que hayan probado suerte con la archiconocida serie de Los juegos del hambre. Esta saga hace bastante sombra a este libro, pues le roba muchísima originalidad, a parte que es posterior a la saga de [a:Suzanne Collins|153394|Suzanne Collins|http://d.gr-assets.com/authors/1346329320p2/153394.jpg].

Me ha gustado bastante, es muy entretenido y va enganchando poco a poco. Lo que ocurre es que me la imaginaba bastante más espectacular. En su momento, cuando lo leí [b:Los Juegos del Hambre|13562963|Los Juegos del Hambre(Los juegos del hambre, #1)|Suzanne Collins|http://d.gr-assets.com/books/1332873885s/13562963.jpg|2792775] sí fueron bastante sorprendentes y la idea era trepidante, sobre todo para los amantes de la literatura fantástica y de aventuras. Divergente luce, sobre todo al final, bastantes escenas de toque predecible, algo de lo que tampoco se puede culpar porque hay pocos libros en la actualidad que sean sorprendentes en todo momento. Además, el uso tan marcado del presente en la narración del libro no me ha terminado de convencer del todo. Enriquecía el realismo de la acción, pero a veces me daba la sensación de que era una narración demasiado robótica, con perdón de los seguidores de esta saga.

Recalco, de todas formas, que esto es mi opinión y las andanzas de cada lector son muy diversas.

Sin embargo, el balance final es bastante positivo y creo que probaré suerte con [b:Insurgente|15742581|Insurgente (Divergente, #2)|Veronica Roth|http://d.gr-assets.com/books/1349282466s/15742581.jpg|15524542], su segunda parte.

I. Pasado

Primera parte del especial en homenaje a los millones de sufrimientos de la Primera Guerra Mundial, con motivo del primer centenario de su inicio.

Estamos hechos para luchar. Para vencer. Para perder, aunque nos cueste y duela reconocerlo. Para vivir. Para que nuestros días tengan un desenlace. Para dar vida a otros. Para continuar el camino de la humanidad. Para sesgar su posibilidad de continuar, al mismo tiempo. Por muchos denominado “la máquina perfecta”, el hombre es un complejo universo en sí mismo sujeto irremediablemente a la omnipresente paradoja. La antítesis es nuestra especialidad: dejamos de lado lo que hace un par de días buscábamos con tanto ahínco; olvidamos lo que juramos recordar por años sin término; terminamos por despreciar o envidiar a quien nos tendió la mano; odiamos a quien amábamos hace unos segundos; ¿morimos para que otros vivan? ¿Qué tan cierta resulta esa última conjetura? ¿Es necesario matar para que otros vivan, o para que vivan mejor? Quien encuentra una indiscutible afirmación en las últimas preguntas responde a las órdenes de la ambición. La insana palabra que, cuando se desboca-y en su mayoría, es así infaliblemente-desata la venganza, el horror y la victoria sin contemplaciones.

 

El ser humano es la máquina perfecta. Para crear arte. Para hacer ciencia. Para descubrirse a sí mismo. Para formular preguntas. Para elaborar respuestas. Para sembrar la discordia. Para traer la paz de nuevo. Para valorar lo suyo. Para no sentirse enteramente saciado con lo que tiene como propio y desear con malas artes lo ajeno. Para vanagloriarse. Para arrepentirse.

 

Somos la perfecta... la perfecta contradicción. La felicidad efímera que pasa a un largo sufrimiento del que, muchas veces, somos nosotros los autores. Otras tantas, y no pocas, lo malo lo ocasionan los de fuera, los que observamos más allá de nuestro propio ego. Nunca nos causaríamos daño conscientemente, pero la inquina se convierte en arrebato a la hora de alegrarnos de cualquier mínimo sinsabor que acecha a los que nos rodean. ¿Y si, al intentar hacer daño, el dardo se clava en pleno centro de la diana? ¡Tanto mejor! Los demás son semejantes, pero nunca olvidemos ego. Si tiene alguien que sufrir, que nunca sea yo, ¿no es cierto? Ganar sabe tan dulce y perder es algo inadmisible.

 

Señores humanos, con semejantes ingredientes de buena voluntad, todo está a punto. Sean bienvenidos a la sastrería de un tapiz rojo como la sangre y oscuro como la desolación: la Gran Guerra.

 

***

 

Perder. Todo lo que un día ya lejano fue nuestro nunca jamás volverá a serlo. Todo lo que fuimos se evaporó. Nada queda de lo de entonces. Nos perdimos en el camino. Fueron orgullosos y, de los pocos que regresaron, lo hicieron felices, pero por volver, por dejar todo atrás. Con ellos no volvía el orgullo. Se había esfumado al primer paso en el frente. Prometieron victoria y volvieron con derrota. Pero ellos, al menos, seguían órdenes. Ciegos, pero obedientes. Cobardes, pero valientes. No desistieron porque sólo confiaban en traernos lo mejor. Lo único que derivó de todo esto fue horror, hambre, vergüenza. El continente se derrumbaba al tiempo que lo mismo ocurría con el mundo. Tanques, cañonazos; silencio. Los poderosos cayeron y sus vastos territorios, con ellos. Pero la gente se resistía a perecer. Se revolvieron, revolucionaron y reclamaron el poder propio, un poder antes impensable y, menos aún, en un paréntesis bélico. Pero el hambre gana mientras el hombre pierde. La ambición se venga de los que la ostentan. Todos los pueblos pierden, incluso aquellos que dicen ganar. A todo se reduce eso: el Olimpo o la debacle; la divina memoria o un vergonzoso olvido. O, quizás, ¿deberían cambiarse los adjetivos? ¿Es vergonzosa la memoria, divino el olvido? Cada cual, que decida. No se nos juzgue por opinar, porque al hombre poco más le queda ante semejantes espectáculos.

 

Tiritar. El frío se colaba entre los huesos, aprisiona el alma. Las articulaciones se volvían inútiles y solo servían para disparar o correr: hacia la vida nueva o hacia el último minuto. No obstante, esa nueva vida nunca llegaba o, al menos, no conforme a lo esperado. Lo viejo fue malo; lo novedoso, insoportable. Todo marchaba bien. La bonanza ya había eclosionado poco tiempo atrás y la paz acunaba a la sociedad. Un tiempo soleado, una bella época, un cielo raso que se cubriría de tinieblas. El primer brochazo vino con un asesino; con el gris pintó el final de un heredero. El siguiente en unirse al cuadro fue un imperio de la capital de los valses; con el negro empezó a trazar los esbozos de una guerra. Irónico el hecho de que en ciudad tan artista estallara el “anti-arte”: el de destrozar familias, el de las hambrunas, el de las enfermedades del frente, el del degüello. “Si no aceptan las condiciones por las buenas, suya es la perdición. Si una sola de ellas no es acatada, suya es la desventura. Si no quieren ser gobernados por Viena y Berlín, suya es la culpa. Estamos sedientos: de tierras, de poder, de vidas…”. Pero el resto del mundo no se lo pondría tan fácil. Cuando los intereses se ponen en riesgo, toda excusa es poca para defender lo propio. La humanidad pierde su sentido. Las promesas cobran protagonismo. El frío no importa desde las altas esferas. Aunque llueva, acrecentarán sus tierras. Aunque nieve, se pavonearán con orgullo. Nadie tiene frío… porque aún no ha empezado nada y, sin embargo, empieza todo a acabar…

 

Recordar. Se sucedían las imágenes: en la sesera, las de la tierra que nos vio nacer, la que nos dio la vida para salvaguardarla, no rebanarla; en el corazón, las de nuestros hermanos, nuestras esposas y maridos, aquellos amores de juventud que habían truncado las masacres… nuestros padres. El deber por la patria querida, por la que creíamos luchar, era precisamente lo que nos alejaba de ella y nos obligaba a renunciar a todo lo de atrás. Entre aquella especie de túneles laberínticos coronados de espinas se trinchaba al pavo, uno que disparaba, que mataba y lloraba al hacerlo o al percibir en las sienes el impacto de la muerte. Ese “pavo a la trinchera” éramos nosotros: la humanidad, desangrándose a lo largo de cuatro años.

 

Olvidar. ¿Cómo pasar por alto aquella lejana y primera navidad en el frente, en la que un general de cada bando saltó del agujero al cielo-porque de ahí para abajo era el mismísimo averno, el de la rutinaria espera, el de la cobardía sensata- y, tras encender solemnemente un cigarrillo sin que la alerta durmiese, se estrechaban la mano firmando con sencillo gesto la paz? Firmando así unos días de alivio, de sosiego, en el que no nos volvimos unos hermanos de otros, pero sí camaradas, al menos, que olvidaron las órdenes de arriba durante unas breves jornadas por necesidad. Aquel paréntesis significó que, por entonces, aún no habíamos perdido el juicio y entendíamos a los de otras tierras, porque el hombre sufre y siente igual en lo más íntimo de su ser, sin importar su procedencia. Pero todo aquello… se olvidaría en los años venideros. Hay otras cosas más difíciles de olvidar. Ni siquiera con gas se borraban los recuerdos, que tan vívidos permanecen. Cada amigo que yacía con una firma de muerte en el pecho nos advertía, con mirada incrustada, que la próxima firma venía, se acercaba, se cernía sobre nosotros… Un aviso desesperado indolente ya que clamaba en silencio que no jugásemos más a mandar hombres al otro mundo por inútiles ideales y orgullo. La firma de la muerte nunca se borraría. Una rúbrica irreparable que machacaba a los que, desalentados, conservaban el más mínimo soplo de esperanza. Ellos no nos olvidaron; pero, pueden estar seguros, mucho menos los olvidamos nosotros a ellos. Lo que a fuego muere, a fuego se graba en la memoria. Allí, en aquel infierno de llamas visibles-en frente-e invisibles-justo debajo-, cada minuto que pasaba era dedicado a ellos.

           

Vivir. Nadie tenía derecho a hacerlo. El mundo se había partido en dos grandes familias, adversarios irreconciliables cuyas diferencias, aún hoy, permanecen. Las promesas son la seductora trompeta del diablo. En ellas confiábamos todos, aunque algunos, simplemente, se lanzaron a la aventura sin saber bien a qué convicciones aferrarse. No fueron algunos; realmente, fuimos todos. Pobreza de sabiduría y espíritu, maleabilidad, ego patriótico… Un cóctel ponzoñoso que conseguía sin mucho esfuerzo un gran número de hombres para matar a otro mayor. Y nosotros, inocentes, bebimos. El regusto de ese veneno, que se abrió paso lentamente por la sangre cual virus, nunca desaparecería… y menos en los supervivientes. ¿Qué pensábamos al ofrecernos en bandeja? ¿Cuál fue la recompensa de semejante barbarie? ¿Por qué necesitaba el mundo, herido tantas veces, reabrir brechas y lanzarse a sí mismo al abismo? ¿Valía más un imperio que su gente? Solo el odio permaneció intacto, incluso cuando la paz llegó. Solo la maldad logró sobrevivir. Nada en nosotros quedó como antes. La paz no sirvió para resurgir. Solo nos dejaban una alternativa…

           

Morir. Aunque volviéramos a nuestros hogares, regresábamos muertos. Andábamos, pero sin ánimo. Sonreíamos, sin felicidad. Respirábamos, sin aliento ni espíritu, muertos para seguir viviendo. Habíamos corrido mejor suerte que nuestros amigos pero ellos, por otro lado, no tenían que vivir con el recuerdo de las noches de Verdún ni los inenarrables días del Somme. Europa despertaba de una pesadilla, lentamente, aunque esta se materializaba una y otra vez cada vez que, con suerte, cerrábamos los ojos. Habíamos ganado la paz, pero lo perdimos todo por el camino. ¿De qué servía ya vivir en un mundo gris, sin luz, que despertaba con el acechante miedo de que la tranquilidad se resquebrajase una vez más de un momento a otro?